Nadie pone en duda la conveniencia de conservar incólumes los monumentos que se relacionan con los esclarecidos ingenios ó grandes caracteres por quienes la gloria de un país se perpetúa en la historia, en las tradiciones y en la memoria de las gentes. Y si sólo por la circunstancia de haberse extraordinariamente distinguido con su talento ó sus hazañas el morador ó dueño de un vetusto edificio se interesa la cultura patria en que éste se mantenga siempre en pie, sin que haya quien lo menoscabe ó —28→ desfigure, mayor interés deberá haber en su conservación cuando el preclaro ingenio que dejó, por decirlo así, algo de su sér ó de su sombra entre las paredes de su vivienda, une al laurel del político ó del soldado, del artista ó del escritor, la corona de la santidad que sólo se confiere á heroicas virtudes.
Por esta consideración es de todo punto digna de aplauso la idea de que el edificio, objeto hoy de devotas peregrinaciones, que fué hace tres siglos morada de Alonso de Cepeda y de Beatriz de Ahumada, y casa natal de una de las más grandes santas, y quizá de la más inspirada y admirable escritora que conoció la España del siglo XVI, sea mantenida, honrada y venerada bajo el amparo del Estado, declarándola éste monumento nacional. Desgraciadamente no se conserva aquel edificio tal como existía en vida de Santa Teresa de Jesús: los Carmelitas descalzos, introducidos en Ávila en 1600 por el obispo Otaduy, bajo la protección del Conde Duque de Olivares, su patrono, se instalaron en 1636 en la casa solar de su gloriosa madre la reformadora del Carmelo, y entonces cambió de forma la morada de Alonso de Cepeda para convertirse en iglesia y convento. La Santa habitó donde se levanta ahora la iglesia, de fachada de estilo grecoromano bastardo: su vasto crucero, su media naranja blanqueada y fría, aquellas bóvedas cuajadas de feas labores de yeso, ocupan las que fueron estancias de la piadosa y honesta familia; Santa Teresa vió la primera luz en lo que es hoy capilla churrigueresca, en comunicación con la iglesia, donde se guardan sus santas reliquias, su báculo, su rosario, una de sus sandalias y hasta un dedo de la mística doctora. Pero aunque no se haya perpetuado la morada de ésta y de sus padres, según ella la dejó, los recuerdos adheridos á aquel solar santificado por tan preclara mujer, hacen que se mire con particular interés el sagrado recinto, y que las paredes que fueron mudos testigos de las ansias infantiles de martirio de la ilustre virgen, y de sus lágrimas y vagos anhelos, primero profanos y luego de un acendrado amor divino, sólo comparable al de los encendidos serafines, sean, aunque disfrazadas por las construcciones del siglo XVII, la más preciada reliquia de la Ávila cristiana para todos los corazones nobles y generosos.
—29→En virtud de lo expuesto, entiende la Academia que debe ser declarada monumento histórico nacional la iglesia convento de Santa Teresa de Jesús de Ávila, y que el haber iniciado esta petición hace honor á la digna Comisión de monumentos de aquella provincia.
La Academia resolverá lo más acertado.
PEDRO DE MADRAZO.
Madrid 4 de Diciembre de 1885.