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31

Altamirano y Sarlo sugieren que en esa afición sarmientina por las vidas ejemplares hay una huella de las vidas de santos que rodearon su primera formación a cargo de tíos sacerdotes. Véase al respecto Altamirano, C. y Sarlo, B., 1983, pp. 23 y ss.

 

32

Sarmiento, D. E., Prosa de ver y pensar. Buenos Aires, Emecé, 1943, p. 55.

 

33

Ibidem, pp. 57-58.

 

34

En cuanto al procedimiento de biografiar a un gran hombre apuntando a otro (caso de Facundo y Rosas) había sido empleado por Voltaire en su tragedia Mahoma.

 

35

En esa concepción historiográfica Sarmiento fue apoyado por V. E. López, compañero de exilio con el que discutió con aprovechamiento estas teorías.

 

36

Propósito estrictamente paralelo al de su propia autobiografía: en Recuerdos de provincia, justo un año antes, se había descrito a sí mismo como hombre ejemplar, cuyo destino está llamado a ligarse al de la patria. La génesis de estos artículos sobre Montt está en el elogio que le dedica en las pp. 317-323 de Recuerdos de provincia.

 

37

Uno de sus últimos apuntes biográficos, El indio Juan Chipaco. Escenas de Tucumán (1886, El Censor) sobresale por la defensa del indio en contra de su trayectoria ideológica respecto de ese tema. Véase Terrón de Bellomo, H., «Juan Chipaco: el sueño de Sarmiento», en Río de la Plata. Culturas, 9, 1990, pp. 33-39.

 

38

Véase Gusdorf, G., La découverte de soi, Paris, Presses Universitaires de France, 1963.

 

39

Altamirano, C. y Sarlo, B., 1983, p. 27.

 

40

Introducción a Mi defensa (incluida en Recuerdos de provincia. Buenos Aires, Librería La Facultad, 1927, p. 51). Falsa modestia que nadie cree. El ególatra sanjuanino es feliz de ser el centro de la atención pública, por lo que acaba de popularizarse en Chile.