Se investiga
la relación con Cervantes en unas cartas de Sigmund Freud, publicadas
hace poco por primera vez. El joven Freud las escribió a su
íntimo amigo Eduard Silberstein entre 1871 y 1881. Muchas de las
comunicaciones están escritas en castellano, firmadas
«Cipión» y dirigidas a «Berganza». Se descubre
el deseo apremiante de Freud de entablar una correspondencia recíproca y
sistemática que diera un informe íntimo y detallado de la vida
cotidiana de cada uno. Estas cartas demuestran ciertas afinidades con el
Coloquio de los perros por un lado, y,
por otro, con el método del psicoanálisis, todavía por
descubrir, como distintas formas de biografía
dialogada.
Los motivos
detrás de la elección de los nombres de los protagonistas dentro
del último libro cervantino se encuentran en un género
renacentista que se leía simultáneamente a dos niveles
alegóricos, una alegoría basada en la mitología de la
antigüedad clásica y otra en la cristiana. A base tanto de
comparaciones con autores como Pérez de Moya y Calderón de la
Barca como de un análisis etimológico de los nombes mismos, se
aclara que Persiles/Periandro refleja a la vez la biografía legendaria
de Perseo y la de Cristo. Sigismunda/Auristela, representación de dos
aspectos de lo femenino, sigue el modelo tanto de Atena como de la Virgen
María, complementándole a su hermano/esposo como amparo,
guía y meta en la peregrinación que realizan hacia la verdad
platónica y divina.
En este
artículo se examinan los capítulos 47 a 52 de la primera parte
del
Quijote, con particular atención
al papel del canónigo de Toledo y de su debate literario con el cura y
con don Quijote. Se destaca la relación entre la teoría literaria
propuesta por el canónigo y el desarrollo de éste como
«lector» de la vida de don Quijote. Al acercarse a la
procesión del hidalgo enjaulado, el canónigo escucha una serie de
«lecturas» parciales de la situación, hasta alcanzar una
competencia próxima a la nuestra (los lectores actuales de la novela).
La confrontación de estas dos lecturas -la que obtiene el
canónigo y la nuestra- le propone al lector una evaluación
retrospectiva del texto paralela a la que ofrece el canónigo en su
teoría. Estas consideraciones se integran con los aspectos del final de
la primera parte que cierran el círculo iniciado en el principio, y
aquéllos que mantienen la apertura narrativa.
Don Quijote
es un buen ejemplo del fenómeno de llegar a deshora, como se puede ver
de su tendencia a hablar antes de tiempo. Sus muchas jactancias y promesas
prematuras pueden leerse como parodia de la profecía épica, a la
vez que su uso peregrino de los tiempos verbales sugiere las fallas o
límites de la temporalidad épica. Hay que ver las reflexiones
cervantinas sobre el tiempo narrativo dentro del contexto más amplio de
la aparición de un nuevo sentido de la historia en el alba de la
modernidad. Este nuevo sentido de la historia halla su equivalente ficticio
cuando don Quijote escarmienta con el alto coste de hablar antes de
tiempo.
El presente
ensayo sugiere que Cervantes utilizó una serie de imágenes
tecnológicas en
Don Quijote para ilustrar el impacto de
la modernidad que irrumpe en la España de los siglos XVI y XVII sobre
una mentalidad pastoril y medieval. En particular, sugiere que Cervantes
eligió la imprenta para ilustrar cómo una invención
tecnológica puede alterar profundamente no sólo los valores sino
también la identidad personal. Don Quijote, quien experimenta un
violento cambio en las formas de percepción y discurso debido a su
lectura de libros de caballería, es paradojalmente producto de la misma
modernidad que rechaza, dado que su identidad adquirida proviene de libros
disponibles gracias a la imprenta. El ensayo concluye que Cervantes quiso
ilustrar no sólo el impacto social y cultural de la imprenta, sino
también describir el costo individual del enfrentamiento con la
modernidad.